jueves, 30 de septiembre de 2010

Prevalece el caos y la falta de ayuda en Tlahuitoltepec


Agustín Galo Samario
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 30 de septiembre de 2010, p. 35

Santa María Tlahuitoltepec, 29 de septiembre. Con los pies sumidos entre el lodo que dejó el derrumbe de un cerro y que sepultó al menos a 11 personas y destruyó seis casas, Cipriano Vázquez, secretario municipal, dice que está muy molesto con los rescatistas que el martes llegaron a este poblado y en cuanto vieron la magnitud de la tragedia se fueron porque era muy poco. Nada de rescatar, nada.

No ha pasado un día del deslave y Cipriano no se pone de acuerdo con el alcalde, Antonio Martínez Gómez, en si la tragedia ocurrió a las 23 horas del lunes o en la madrugada del martes.

En lo que sí coinciden es que Eduardo Hernández, regidor de salud, recorrió las laderas del cerro para alertar a la población del riesgo de derrumbes por las lluvias intensas: se fue a su casa y el derrumbe lo agarró dormido con su familia.

Por eso se indigna: nos engañaron, dijeron que iban a ayudarnos en el rescate. Si son pocos (los desaparecidos), para nosotros son muy importantes. Nos pidieron hospedaje y se los dimos. Vayan, véanlos en el auditorio, se fueron a dormir. Ésa es una gran ofensa, narraba la noche del martes.

Antonio Martínez ya ni quiere hablar. Sabe que se le culpa de haber sido él quien dijo que había más de 500 muertos y entre 100 y 300 casas destruidas, igual que lo declaró el gobernador Ulises Ruiz a los noticiarios. “Ya no quiero decir nada, nos dicen que engañamos. Era la oscuridad. Si hubieran visto… parecía el fin del mundo.”

José Rafael Vargas, vecino del barrio Ocotal, dice que la gente ha abandonado sus casas porque tiene miedo; “sabe que vamos a desaparecer. Mi mujer me dice: ‘para qué nos vamos si no tenemos dónde. Va a haber mucha agua y la tierra se va a partir’”.

Para él no hay opciones. Vino Protección Civil y no dijo nada. Yo aquí nací. Soy del 59, mi padre de principios del siglo (XX). ¿Qué vamos a hacer? Aquí está nuestra vida, aquí nos vamos a morir.

Las palabras de doña Epifania Juárez son parecidas: Adónde vamos a ir. Debemos tener mucha fe y quedarnos en casa. Ha llovido mucho, nunca se había visto la tierra así, con peligro.

Odilón Vargas Pérez, de la radio comunitaria Mixe, pide que se le acompañe a un pequeño recorrido por las principales calles de la ciudad. Muestra las grietas en el pavimento de la calle del palacio municipal, la más importante: ¿Tiene como siete centímetros. Así estaba allá donde se derrumbó el cerro, y así va a pasar aquí.

La grieta se alarga más de 100 metros, prácticamente divide en dos la cabecera municipal. Ya en las puertas del local de la radio, antes de volver a colocar la antena de transmisiones, Odilón dice con preocupación: “La gente cree que Tlahui se va a acabar. Por eso se está yendo de sus casas”.

El temor cunde entre los casi 3 mil habitantes de la cabecera municipal, donde más de 60 casas corren el riesgo de venirse abajo por el reblandecimiento de los cerros que por décadas las han sostenido en inclinadas pendientes, donde al menos siete rancherías son consideradas de alto riesgo.

“Afectados: 8 mil; necesitamos: víveres, ropa, techos de lámina, apoyo para reconstruir caminos (…)”, es parte del reporte que se alcanza a leer sobre un pliego de papel revolución pegado en un muro del palacio municipal.

Sólo los mixes pueden vivir aquí, expresó uno de tantos extraños que arribaron a la zona tras sortear kilómetros de piedras y lodo; sólo ellos, los jamás conquistados, como presumen por haberse defendido con uñas y dientes de la ocupación española.

(Con información de Notimex)

http://www.jornada.unam.mx/2010/09/30/index.php?section=estados&article=035n1est

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